Una mujer mozambiqueña va a ver a un curandero para preguntarle adónde fueron a parar los siete millones de meticais (1) que el Estado había prometido para su distrito. "¿Pero qué saben de eso los espíritus? ¡Pregúnteselo al administrador!", exclama, enojado, el chamán.
Este sketch de teatro, conocido en todo el país (2), refleja uno de los aspectos más interesantes de la actualidad de Mozambique: el lento proceso de formación de una ciudadanía crítica, que ya no está dispuesta a aceptar como voluntad inexorable de la naturaleza la administración de los asuntos públicos por parte de una clase dirigente que se perpetúa desde 1975.
Los habitantes de Mozambique acaban de salir de una prolongada historia de autoritarismo: tras el largo dominio colonial portugués, que había estructurado la sociedad en un orden jerárquico casi feudal, sobrevinieron la independencia en 1975 y el gobierno del Frente de Liberación de Mozambique (Frelimo) (3). Éste intentó establecer una administración y un gobierno rural uniformes en todo el territorio (4), al costo de una concentración administrativa de hecho y de un sistema político de partido único.
Por otra parte, un Estado recién nacido no habría tenido esperanza alguna de sobrevivir si no hubiera encontrado el modo, aunque coercitivo y con frecuencia en clave anti-tribal, de expandir rápidamente su poder en zonas rurales, sobre todo allí donde actuaba desde 1976 la guerrilla antisocialista de la Resistencia Nacional Mozambiqueña (Renamo). Tal debe haber sido el sentimiento de muchos mozambiqueños durante la guerra civil -probablemente de las más crueles de la posindependencia africana- que destruyó las redes familiares y sociales tradicionales, provocando cuatro millones de evacuados internos y un millón y medio de refugiados en Sudáfrica, Tanzania y Zimbabwe.
Por lo tanto, las primeras elecciones multipartidarias de 1994, tras el acuerdo de paz firmado en Roma en 1992, no significaron que el partido-Estado Frelimo abandonara el mando del poder político y económico del país, ni el control de sus principales medios de información, aun si con el tiempo los tonos paternalistas y propagandistas de la prensa se fueron diluyendo y los pocos diarios críticos respecto del gobierno publican con libertad, sin sufrir persecuciones.
Ello se debe en parte a que el Frelimo no corre serios riesgos de perder las elecciones del año próximo: la oposición no ofrece ninguna alternativa programática y está desgarrada por antiguas luchas internas. Por otra parte, el Frelimo goza del tácito apoyo internacional gracias a la continuidad que representa y a la fidelidad a los programas económicos liberales impulsados por el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial desde la década del '80. Porque la guerra civil no significó una suspensión de la democracia sólo por haber alejado a la gente de las oportunidades de hacer política, sino también en un sentido estrictamente institucional, ya que si el Frelimo abandonó hacia finales de los años '80 su posición marxista-leninista y abrazó las prescripciones de los organismos financieros internacionales, fue en primer lugar con el propósito de facilitar el fin de la guerra (5), y luego para acceder a los créditos internacionales necesarios para reconstruir un país devastado.
Contrarreforma agraria
Así fue como Mozambique se transformó en la donors' doll, la "muñeca de los donantes": en 2000 fue el país más dependiente del mundo después de Sierra Leona (6). Para comprender quién toma las decisiones en Mozambique, conviene saber que aún hoy el 50% de su presupuesto nacional proviene de los ingresos de los préstamos y de financiación de la cooperación internacional.
La contraparte consiste en un programa de privatizaciones que en pocos años dejó al Estado huérfano de todas las empresas y los recursos que había administrado en el período socialista (7). Todos, excepto uno: la tierra. La constitución de la independencia había establecido que la tierra pertenecería exclusivamente al Estado hasta la noche de los tiempos, pero no aclaraba cómo ni quién podía explotarla para cultivarla temporalmente. El regreso del éxodo de la guerra al inicio, el cambio liberal y la alianza de las elites nacionales con las extranjeras luego, presionaron para que el poder legislativo plasmara un cuadro jurídico más completo en el tema de los derechos agrarios. La ley que se sancionó, Lei Terra 97, confirmó la propiedad pública de la tierra y el derecho prioritario de las comunidades tradicionales para cultivarla. Fue, por una parte, el último coletazo "socialista" del ala izquierda del Frelimo y, por otro, el bautismo de fuego de la União Nacional de Camponeses (Unión Nacional de Campesinos, UNAC), que se abrió paso como única fuerza endógena y auténticamente campesina en la galaxia de ONG que intervinieron en la cuestión. "Nuestra Lei de terra es aún hoy de vanguardia; en ella se inspiran cientos de movimientos campesinos", explica Ismael Ousseman, fundador de la UNAC. "El problema es que las fuerzas del capital y de la inversión extranjera son más fuertes que una ley africana, y hoy la lucha se ha desplazado hacia la implementación de la ley." La Lei de terra establece, en efecto, de qué maneras se adquiere el derecho de uso: permanente para comunidades que la habitaron tradicionalmente y para ciudadanos mozambiqueños que la hayan trabajado por al menos diez años; de cincuenta años para empresas extranjeras, previo proceso de consulta con las comunidades locales que viven en la zona. "Esta última posibilidad está constituyendo, de hecho, la contrarreforma agraria en mi país", continúa Ousseman. Porque con gran frecuencia este proceso de participación comunitaria se convierte en el simple acto de corromper a las autoridades locales, que deberían hacer respetar la ley y evitar la dilapidación de la tierra. Ahí entra en juego otro criterio indispensable para obtener créditos internacionales, es decir, el otro gran problema de la gobernabilidad mozambiqueña: la descentralización del poder.
El gobierno nacional empezó a discutir la descentralización ya en 1994, pero la Ley de Municipalidades de 1997 (no por casualidad contemporánea de la Lei de terra) traicionó el espíritu originario de la propuesta, estableciendo que todos los distritos del país, excepto 33 centros urbanos (8), serían gobernados por autoridades locales... nombradas, sin embargo, por el poder central de Maputo, según un esquema muy similar al vigente en las épocas colonial y poscolonial. El local empowerment ("empoderamiento local") quedó así reducido a la mera retórica de los programas de desarrollo con los cuales la hábil elite de Mozambique obtenía financiamientos: el resultado, por lo tanto, no fue en absoluto la descentralización de los procesos de decisión, sino más bien una suerte de cooptación de las autoridades locales y tradicionales, que además, si bien son tradicionales, lo son en sentido cultural y casi nunca atávico: gran parte de las comunidades que se arrogan el derecho de uso de una superficie de tierra en Mozambique se formaron después y no antes del éxodo causado por la guerra civil. En muchos casos, el Estado no "encontró" y "reconoció" una autoridad, sino que "creó" una comunidad alrededor de una autoridad a la que decidió reconocer por conveniencia.
A nivel local, de hecho, las indicaciones políticas de Maputo repercuten en cascada. Y la comunidad política internacional (a la cual el gobierno nacional ha decidido seguir perteneciendo por conveniencia) empuja decididamente hacia la privatización de la tierra y hacia su disponibilidad para monocultivos intensivos, lo que significa una enorme amenaza para millones de familias y pequeñas cooperativas mozambiqueñas. Aunque éstas involucren, en total, a dos tercios de la población, sólo el 4% del presupuesto del Estado se destina a la agricultura, que sin financiamiento estatal está condenada a seguir siendo una agricultura de mera subsistencia. De esta manera, denunciar la escasa eficiencia de la pequeña agricultura y reclamar la privatización de la tierra para favorecer el ingreso de inversiones extranjeras se convierte en un juego fácil para la elite económica mozambiqueña, formada en gran medida por ex políticos del Frelimo que pasaron a conducir las empresas privatizadas. Así lo expresa, sin eufemismos, João Pereira, sociólogo y presidente del Mecanismo de Apoio à Sociedade Civil (Mecanismo de Apoyo a la Sociedad Civil, MASC): "La presión por la privatización de facto ha aumentado en estos últimos años, y las inversiones para biocombustibles están destinadas a llevar la cuestión a su punto de ebullición". No casualmente, de biocombustibles ha hablado el presidente mozambiqueño Armando Emilio Guebuza a mediados de octubre con el presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva, de visita oficial en Maputo.
La "revolución verde"
El 19 de octubre pasado, al inaugurar la V Conferencia Internacional de la Via Campesina (ver recuadro), el presidente Guebuza sostuvo un difícil equilibrio para complacer al auditorio, asegurando larga vida a la agricultura en pequeña escala, y defender al mismo tiempo la política agraria del gobierno, orientada hacia la privatización de hecho y la concesión de grandes extensiones a empresas privadas, con frecuencia extranjeras: "Sostener a las familias y promover la 'revolución verde' en Mozambique, con el fin de exportar nuestros productos" (9). "Revolución verde": un programa de financiamiento de la agricultura cuyo objetivo consiste en aumentar la producción para la exportación. La próxima reina de las exportaciones agrícolas ya ha sido coronada: se trata de la jatrofa, una planta que se utiliza para la producción de biocombustibles. Desde mediados de 2007, el gobierno va convenciendo a los campesinos de reconvertir los propios cultivos en cultivos de jatrofa, como primer paso para la muy publicitada revolución verde (10). Pero ¿significará ésta algún apoyo a la pequeña agricultura, o se trata de la enésima imposición exigida por las contingencias del mercado mundial y vendida como un elixir para el pueblo mozambiqueño? "Tal vez no sea la misma Revolución Verde que en la década del '60 arruinó a India y a México; formalmente, el gobierno se opone a la invasión de agrotóxicos. Pero nosotros estamos muy atentos, porque una vez más, es desde el exterior que se nos pide la implementación de esta política", dice Diamantino Nhampossa de la UNAC.
Al no haber una oposición institucional a esta política, le corresponderá a la joven sociedad civil mozambiqueña defender la tierra: como sugiere el sketch teatral de la señora que va al curandero, los mozambiqueños deberán saber pedir cuentas a sus administradores acerca del destino de los recursos propios, naturales y financieros.
En lo que concierne a los primeros, ya empieza a difundirse el buen hábito de denunciar públicamente las responsabilidades políticas: en enero del año pasado en Manhica, un distrito cerealero donde habían surgido conflictos entre cooperativas agrícolas y Managra (una empresa productora de caña de azúcar), los campesinos rechazaron por primera vez las banderas del partido de gobierno en su propia manifestación. "La responsable provincial de la agricultura, hace pocas semanas, sostuvo en televisión que es necesario quitarles la tierra a los campesinos que la cultivan improductivamente. Pero ¿qué ha hecho el gobierno para ayudar a los campesinos a cultivar de manera eficiente?", exclama Jeorge Funzano, presidente de una pequeña asociación agrícola de Chokwe, en el sur del país. "Nos sentimos amenazados por estas declaraciones, como si hubiéramos caído en una trampa. Pero nosotros tenemos sólo la tierra; nada que perder." u
1 El metical es la moneda de Mozambique. 1 dólar estadounidense equivale aproximadamente a 25 meticais.
2 Campaña producida por el Mecanismo de Apoio à Sociedade Civil (Mecanismo de Apoyo a la Sociedad Civil, MASC).
3 Frente de Libertaçao do Mozambique, el grupo armado de inspiración socialista que organizaron los exiliados mozambiqueños desde la Tanzania gobernada por Julius Nyerere y que asumió el poder tras la independencia.
4 Corrado Tornimbeni, Sviluppo decentrato in Mozambico. Dalle politiche coloniali alla good governance, Afriche e Orienti, Bolonia, 2001.
5 La guerrilla de la Renamo estaba apoyada y en gran parte financiada por las potencias occidentales adversas al régimen socialista de Maputo. Uno de sus financistas era un profesor sudafricano, André A. Thomasausen, y la misma Sudáfrica, como admitió recientemente el ex ministro de Defensa Pik Botha, le ofrecía logística y medios a la Renamo.
6 South African Migration Project, On Borders: Perspectives on International Migration in
7 Christopher Cramer, "Privatisation and Adjustment in
8 El 65% de la población vive en áreas rurales.
9 Davide Caliandro, "L'evoluzione del regime fondiario in Mozambique", Universidad de Bolonia, julio de 2008.
10 Proyectos piloto de cultivos intensivos de jatrofa ya están activos en las provincias del centro y del norte de Inhambane, Manica, Zambezia y Nampula, mientras que en el sur parece que se está difundiendo más rápidamente la caña de azúcar.
S.C.
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